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El envejecimiento afecta a todas las funciones del organismo, incluido el sueño, aunque no a todas ellas lo hace con la misma intensidad ni en el mismo momento.

Además en los ancianos, la edad cronológica no siempre coincide con la fisiológica, por lo que los cambios en los patrones de sueño pueden aparecer en algunos sujetos antes y en otros más tarde.

Trastornos del sueño en el anciano

Los problemas de sueño son frecuentes en los ancianos. Están probablemente más relacionados con una menor “habilidad” para dormir, que con un descenso de la “necesidad” de dormir.

Los factores que contribuyen al deterioro del sueño en la senilidad son:

  • Cambios fisiológicos propios del envejecimiento.
  • Patología propia del sueño más frecuente en estas edades: insomnio, síndrome de apnea del sueño, movimientos periódicos de las piernas, etc.
  • Otras situaciones frecuentemente asociadas con la edad: existencia de enfermedades médicas, condiciones psicosociales, hábitos de sueño, tratamientos concomitantes, etc.
  • Insomnio: es el motivo de queja más frecuente. Su frecuencia aumenta con la edad, especialmente la forma crónica, y suele ser secundario. Como factores de riesgo para la aparición de insomnio en la vejez encontramos;: la depresión, los síntomas respiratorios, la incapacidad y la sensación subjetiva de mala salud.
  • Alteraciones del ritmo circadiano: el avance de fase es un trastorno del ritmo circadiano vigilia-sueño frecuente en personas de edad avanzada. Se observa en sujetos que tienen somnolencia al atardecer-anochecer por lo que se acuestan pronto despertándose temprano, con dificultad para volver a conciliar el sueño.
  • Síndrome de apnea del sueño: su prevalencia aumenta con la edad; aunque la severidad del trastorno, puede disminuir en los ancianos. En las mujeres este trastorno es más frecuente tras la menopausia. En los ancianos la aparición de un síndrome de apnea se trataría de un condición secundaria a procesos dependientes del envejecimiento (incremento del colapso de la vía aérea; descenso de la respuesta musculatura faríngea a la presión negativa; estrechamiento del calibre de la vía aérea por depósito graso); disminución de la capacidad de difusión del oxígeno aumento de peso y la existencia de otras patologías. Además no hay una respuesta apropiada a las concentraciones de oxígeno y CO2 en la sangre.