La vida activa es recomendable en todas las etapas de la vida. No obstante, en la tercera edad, debería ser una práctica casi obligatoria. Porque comenzar desde niños a hacer deporte, mantenerlo durante la madurez y alargarlo en la etapa adulta puede marcar nuestro día a día hasta tal punto de mejorar no sólo nuestro bienestar, sino apartar de nuestro camino enfermedades tan peligrosas, como el Alzheimer, el parkinson y la obesidad.
El riesgo de padecer estas enfermedades puede verse reducido si nuestros mayores incrementan el nivel de actividad física y derrotan a su enemigo número uno: el sedentarismo. Si no, la falta de una vida activa provocará una bajada de ánimo, de las defensas y de la sensación de sentirse ágil para vivir el día a día. Y es que una buena alimentación no es suficiente para llegar a la última carrera de la vida con la energía suficiente para quedar en la mejor posición. Hay que moverse.
Son muchos los peligros que, a estas edades, puede acarrear el sedentarismo. Englobados en dos grupos, puede hablarse tanto de aspectos físicos o biológicos, como de otros psíquicos o psicológicos. En primer lugar, entre los físicos cabe destacar:
Por otro lado, entre los psíquicos se encuentran:
De esta forma, incentivar a nuestros mayores a practicar ejercicio físico diario, adaptado y sin necesidad de que sean más de 30 minutos al día, puede suponerles una mejora de su calidad de vida. Con ello, ya no sólo conseguirán reducir los peligros anteriormente enumerados, sino que verán empleado su tiempo y eso repercutirá en una menor sensación de aburrimiento, de tener un objetivo en la vida, y de experimentar mejoras fisiológicas en su organismo. Todo ello lo tenemos en cuenta en Residencia Las Matas.