Conocido es el dicho: quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y es que los beneficios de la amistad están demostrados científicamente. El apoyo, la complicidad, los momentos compartidos…en definitiva, los vínculos generados suponen un aliciente en la vida, sea cual sea la edad.
Sobra decir que la amistad, a cualquier edad, aporta felicidad. Si bien, en la etapa madura de la vida, los beneficios que provoca se multiplican.
En primer lugar, los amigos proporcionan un amparo ante las situaciones que nos van aconteciendo. Envejecer es una etapa de la vida, por supuesto, pero es una nueva etapa, por lo que puede resultar confusa, así como puede generar inseguridad y temor. Es por ello que, si se cuenta con amigos que estén en la misma situación, que nos entiendan, la adecuación será mucho más sencilla.
Asimismo, siempre es un placer compartir una rutina con alguien. En ocasiones, al envejecer nos descolgamos de nuestras costumbres, pues ya no podemos llevarlas a cabo. Sin embargo, siempre podremos adquirir nuevas de la mano de nuestros amigos.
Una de las dificultades emocionales que viven los adultos mayores es la pérdida de seres queridos. Mantener viva una amistad con un grupo de juventud hace que el duelo se comparta, y así sus efectos se disipen con más facilidad. La cercanía con la muerte se hace más llevadera si se expresa, esto se logra de forma más sencilla cuando se comparte con un grupo contemporáneo, y mucho más si es de confianza.
Afrontar el envejecimiento personal es menos duro si se lo hace en grupo. Es como tener un llamado grupo de apoyo pero que es espontáneo y muy placentero. Si me rodeo de amistades que atraviesan los mismos efectos de la edad que yo tendremos una visión mucho más positiva de la vejez.