La incontinencia urinaria es una pérdida involuntaria de orina que causa algún tipo de molestia a la persona, generalmente porque se produce en un momento y/o lugar no adecuados.
La incontinencia urinaria no se considera una enfermedad peligrosa, pero hay ocasiones en las que la incontinencia puede ser síntoma de una patología seria –por ejemplo, la esclerosis múltiple–, y no un mero inconveniente. También puede ser señal de algún problema en el conducto urinario que puede mejorar si se plantea un tratamiento correcto.
Según la situación que la desencadena:
– Incontinencia urinaria de urgencia: pérdida involuntaria de orina precedida de una necesidad urgente de orinar y que es difícil contener.
– De esfuerzo: frecuente entre las mujeres, es la pérdida involuntaria de orina que se produce al realizar un esfuerzo, toser o estornudar.
– Mixta: es la combinación de incontinencia de urgencia y de esfuerzo.
– Por vaciamiento incompleto (o rebosamiento): más frecuente en los hombres, consiste en el goteo y/o escape continuo asociado a un vaciado incompleto de la vejiga. Otros síntomas que pueden aparecer son: debilidad del chorro urinario, interrupción de la micción y dificultad en su inicio.
– Por causas potencialmente reversibles: causas transitorias (asociadas a factores como el embarazo o el parto, cirugías en el aparato urinario, trastornos del sueño…) o funcionales (delirio causado por diversos factores, insuficiente motivación causada por depresión grave, restricción de la movilidad, falta de ayuda para acceder a orinar…).
Son múltiples, por ejemplo:
– Lesiones genitourinarias específicas,
– cambios en el organismo relacionados con la edad y
– situaciones comórbidas (presencia de varias enfermedades o trastornos a la vez).
Mediante tratamientos adecuados, es posible disminuir el grado de incontinencia urinaria en un porcentaje del 30% – 40%, disminuyendo su severidad (frecuencia y volumen) en torno al 40% – 50%.
El tratamiento debería seguir el siguiente orden: