La disfagia es la dificultad para tragar. La deglución es un proceso neuromuscular complejo, que requiere una coordinación muy precisa para permitir la progresión del bolo alimenticio desde la boca al estómago. Se trata, por tanto, de un trastorno en la ingesta de alimentos sólidos, semisólidos o líquidos por una deficiencia en cualquiera de las etapas de la deglución.
La disfagia es tan frecuente en la persona mayor, que se ha postulado como un gran síndrome geriátrico. Se considera que está infradiagnosticada en la actualidad; por ello, es importante identificarla precozmente, ya que puede causar diversos problemas e, incluso, la muerte.
Lo más significativo para la identificación temprana de la disfagia es la observación directa. Por lo que los signos más sugestivos de la disfagia son:
En el caso de presencia de algunos de estos síntomas, dada la elevada sospecha, se debe poner en conocimiento de un profesional sanitario para valoración diagnóstica.
En el caso de la disfagia orofaríngea (más prevalente entre la población mayor o con enfermedades neurodegenerativas), las dificultades se relacionan con la ingesta de líquidos, por lo que se precisa una modificación de la viscosidad del bolo alimenticio (uso de espesante alimentario basado en almidón o goma xantana), una ralentización de los tiempos de alimentación e hidratación, una correcta higiene postural en el caso de precisarlo (pacientes con hemiparesia, hiperextensión del cuello…) y la inclusión en su dieta habitual de alimentos seguros a la hora de deglutir.
El abordaje de la disfagia implica a familiares y cuidadores en una actuación conjunta y multidisciplinar, con el objetivo de mejorar el estado nutricional y disminuir la morbimortalidad por alteraciones de la seguridad de la deglución, como por ejemplo, a causa de atragantamientos o aspiraciones bronquiales.